Quienes me conozcan bien saben que no me puedo resistir a los frutos secos, y que mi perdición son las nueces y avellanas, por este orden. Ayer una alumna de Lycis trajo una bolsita de
nueces de pecana (
Carya illinoinensis), que había visto en ocasiones pero que nunca había probado.
Son deliciosas, con un sabor parecido al de la nuez común aunque bastante más persistente. Y, para redondear la jugada (aunque su forma sea algo más alargada), no necesitan de cascanueces o artilugio alguno para ser abiertas y degustadas. ¡Manjar de dioses, que os lo digo yo!