Fue el de ayer un día afortunado. Aniversario del nacimiento de
Edgar Allan Poe, del que se cumple su segundo centenario (este año además se cumplen 160 años de su temprana defunción), por casualidades de la vida, que a veces dan alegrías como esta, me crucé con un par de cuervos al salir del trabajo para almorzar.
Por la noche, después de recoger a un par de nuevos inquilinos que nos acompañarán en nuestro periplo, de casa en casa, a partir de ahora (y que ya os presentaré), la lluvia acompasada evocó, rozando la medianoche, el ambiente necesario para oír sendas versiones, original y traducida, del poema más célebre del autor: El Cuervo. Brindamos por su memoria, no con Amontillado, ni con el coñac de
su misterioso visitante anual, pero sí con un Pedro Ximénez suave como el suspiro de Anabel Lee al expirar.