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Los viajes de Tuf


El pasado fin de semana, aprovechando la entrada particularmente lluviosa con que se ha hecho presente este otoño, he finalizado la lectura de Los viajes de Tuf, de George R. R. Martin, el autor que me tiene encandilado con su saga Canción de Hielo y Fuego. Sin embargo, las aventuras de Tuf poco o nada tienen en común con las intrigas políticas y traiciones que infligen y sufren los protagonistas de esta serie de fantasía. Haviland Tuf es un comerciante que, casualmente, consigue hacerse con una vetusta (pero avanzadísima) sembradora del Viejo Imperio, el Arca, que si bien en el pasado era usada para llevar la guerra biológica a los planetas enemigos, se convierte en manos de Tuf en la solución a los problemas ecológicos de los problemas que visita. Con este sencillo argumento, Martin nos presenta a un personaje dotado de una personalidad muy particular: sin rastro de vello en su cuerpo, es vegetariano y detesta ser tocado y tratar con sus semejantes. Dotado de una aguda inteligencia, al conseguir el Arca comienza a desempeñar labores de ingeniero ecológico sin dejar de lado sus habilidades de comerciante a la hora de negociar el precio de sus servicios. Eso sí, acompañado siempre por sus gatos.


Aunque el relato toma forma de novela, lo cierto es que se trata de una serie de cuentos, publicados en orden no cronológico respecto a los acontecimientos, y recogidos posteriormente en este formato. En cada uno de ellos, Tuf se enfrentará a un reto ecológico distinto, y no habrá que bucear mucho en la trama para reconocer problemas a los que se enfrenta actualmente nuestro planeta por las acciones que llevamos a cabo (o dejamos de realizar) cada día.


Un libro que recomendar a mansalva, que todos deberían leer. Es muy divertido, se lee casi sin darnos cuenta y plantea situaciones que se están dando o se darán en breve en nuestro planeta, y que dan pie a cuestionarnos nuestra forma de actuar.

¡Feliz cumpleaños!

La verdad es que no sé qué ocurre en Navidad, pero muchos de mis amigos y conocidos cumplen años en septiembre :) . Así, además de los buenos amigos -o más que eso- que he ido felicitando durante el mes presente, tengo que felicitar hoy a dos entrañables personajes. Bueno, a tres, puesto que el día 20 fue el cumpleaños de George R. R. Martin, que tan gratificantes momentos me está brindando últimamente. Respecto a los otros dos, me refiero a Bilbo y Frodo; ya sabéis, aquello de

No conozco a la mitad de ustedes, ni la mitad de lo que querría, y lo que yo querría es menos de la mitad de lo que la mitad de ustedes merece.

Así pues, ¡feliz cumpleaños! ¡Y feliz otoño!

Llega el otoño

Por fin llega el otoño, mi estación preferida (la estación por antonomasia), mañana, día 22 de septiembre de 2008, a las 17:44 horas. Con un poco de suerte, su llegada me encontrará en casa, descansando, tras la jornada laboral. Con un poco menos, posiblemente le encuentre yo sentado frente a un ordenador terminando de realizar un despliegue que ha sufrido alguna complicación.


El caso es que, como decía, no sé si se deberá a la proximidad del otoño, pero me encuentro estos días un poco más melancólico de lo habitual. He aprovechado el fin de semana para ponerme al día con algunos grupos musicales que había dejado aparcados en el camino durante estos años: Paradise Lost, Type O Negative, Moonspell o My Dying Bride, por mencionar algunos. Todos ellos englobados en el estilo gothic/doom metal, y que con el devenir de los años han sufrido algunas transformaciones en su concepción de la música, unos más que otros, obviamente. El caso es que, recuperando sus discos de los ’90, cuando aún me sumía en la vorágine de su música tenebrosa, me he sentido tocado por un hálito de rejuvenecimiento y melancolía que, lejos de ser malo, creo que ha recuperado en mí las ganas que tenía entonces de llevar a cabo proyectos. Alejados, eso sí, de la informática; entre el trabajo, el posible Máster en el que con un poco de suerte (que sea buena o mala es cuestión aparte) ocuparé mi tiempo libre dentro de poco, y el otro blog, tengo más que suficiente. Pensaba, por ejemplo, en volver a escribir, en colaborar con alguna asociación o revista literaria, incluso en buscar (nuevamente, esperemos que ahora con mejor suerte) alguna asociación medioambiental como aquella que ocupó más de diez años de mi vida…


No sé si haré todo eso, o quedará en agua de borrajas. Pero la intención está ahí. Temblad, pues :) .

El horror de Dunwich

Las sombras dejaron de expandirse hace horas para comenzar a disolverse entre sí, fundiéndose en un todo impenetrable del que a duras penas es capaz de salvarme la luz de la lámpara que reposa sobre la mesilla de noche, junto a la cama, a mi lado. Su ocre luminosidad destila las tinieblas en imposibles siluetas de muebles que ocupan la habitación con sus abigarradas figuras contrahechas, invitándome a regresar a la lectura del volumen que sostengo entre las manos. Años atrás disfruté -si así puede definirse la indescriptible desazón que me acompañó en una primera lectura- de la pluma de Lovecraft narrando los horrores de Dunwich y los ominosos rituales que allí se celebraban. Ahora, cuando el oscuro vuelo de las grajillas toma el relevo al hipnótico cántico del chotacabras anticipando la llegada del ya próximo otoño, vuelvo a sentir cómo un escalofrío me recorre el espinazo. La oscuridad me rodea, y sólo me acompaña la voz de Nick Holmes como aquel entonces, casi quince años atrás. Lovecraft resulta más terrorífico que nunca en la exquisita edición ilustrada que edita Libros del Zorro Rojo -cuán distinta de aquella otra de Alianza Cien que leí antaño-, un ejemplar que sólo regalaría un amante de los libros a otro homo libris.



Vuelvo a la lectura… Mas cuidado si visitáis Dunwich, sus pobladores os estarán esperando:




Los vecinos de Dunwich han llegado a constituir un tipo racial propio, con estigmas físicos y mentales de degeneración y endogamia bien definidos. Su nivel medio de inteligencia es increíblemente bajo, mientras que sus anales despiden un apestoso tufo a perversidad y a asesinatos semiencubiertos, a incestos y a infinidad de actos de indecible violencia y maldad. La aristocracia local, representada por los dos o tres linajes familiares que vinieron procedentes de Salem en 1692, ha logrado mantenerse algo por encima del nivel general de degeneración, aunque numerosas ramas de tales linajes acabaron por sumirse tanto entre la sórdida plebe que sólo restan sus apellidos como recordatorio da origen de su desgracia.