Ahora puede encontrar los últimos contenidos de Andanzas de un trotalomas en nuestra nueva dirección: http://trotalomas.wordpress.com

La Hora del Planeta

[Nota: Esta entrada es una réplica de la publicada en http://www.lobosoft.es/2009/03/27/la-hora-del-planeta-2009/ por el autor, e incluída aquí únicamente en aras de conseguir una mayor difusión de la misma.]

Mañana, 28 de marzo, se llevará a cabo la acción La Hora del Planeta, promovida por el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), y que pretende llamar la atención sobre el dramático impacto que ejerce el ser humano sobre el planeta en el que vive. La hora del planeta conmina a la ciudadanía mundial a secundar un apagón global que, sin hacer demasiado, dirá mucho.

La huella ecológica que imprimimos con fuertes pisadas sobre la faz de la Tierra está mermando la biodiversidad, dañando irremisiblemente los recursos naturales que, recordemos, pueden ser más o menos numerosos según el caso, pero siempre ilimitados. El consumo energético se ha disparado en las últimas décadas (en el último par de siglos más bien, aunque con particular virulencia en aquellas), y parece que no somos conscientes que, tras el acto de encender una bombilla o el ordenador con el que lees estas líneas o yo las estoy escribiendo, hay implícitas una serie de repercusiones sobre el medio ambiente.

Decía que esta hora no hará demasiado, si no la interiorizamos y, haciéndola nuestra, la llevamos a cabo diariamente: apagando luces innecesarias, sustituyendo luminarias por otras equivalentes de bajo consumo, apagando el ordenador cuando no lo vayamos a seguir utilizando, pese a que perdamos puestos en la cola de nuestro P2P favorito… Y dirá mucho, si es secundada de forma mundial y, aunque sólo sea por una hora, somos capaces de ver, allá donde ya sea de noche, algunas estrellas más.

Porque el consumo energético, la iluminación desmedida de nuestros hogares y ciudades, provoca muchísimos daños que podríamos llamar colaterales: contaminación lumínica, despilfarro energético, incremento de las infraestructuras, dependencia energética, insostenibilidad de nuestro territorio, desigualdad social…

Aprovechemos esa hora, mañana, 28 de marzo, de 20:30 a 21:30, para reflexionar un poco. Apaguemos luces, ordenadores, televisiones y radios. Que no nos tienten con programas especiales para el seguimiento del apagón, que rompen precisamente con la idea que se está intentando ofrecer. No basta con apagar una bombilla: apaguemos todo lo que no sea necesario en ese momento. Ya nos enteraremos a posteriori, una hora más tarde, de lo que ha ocurrido en el resto del mundo. No entres en esta web, ni en ninguna otra. Reflexiona y busca dentro de ti la respuesta a esta pregunta: ¿qué puedo hacer para salvar el planeta?

Para saber más:

Cambio de dirección

Últimamente escribo bastante (demasiado) poco por aquí. Entre el trabajo, el escaso tiempo libre, y el reparto del mismo para cubrir las demandas de demasiados hijos (hijos-blog), apenas me queda mucho más para contar alguna que otra andanza de las que este trotalomas hacía gala. No me gustaría, no obstante, que se perdiese el blog. Los que me suelen leer, saben que reparto tiempo y ganas entre:

  • La Dehesilla News, donde descargo más de una vez tensiones al ver lo que hacemos con el medio ambiente, las agresiones políticas a nuestra naturaleza... y que fue mi primer blog, desde que partí al voluntario exilio malagueño, y no pude continuar con labores similares en la tierra que me vió nacer.
  • Lobosoft, un blog que intenta ser más o menos profesional, al menos trata sobre mi profesión, que no es poco, jejeje.
  • Este Andanzas de un Trotalomas, que al igual que La Dehesilla News, sufre la falta de tiempo (últimamente, hasta Lobosoft la acusa).
  • Homo libris, un blog de, sobre y por los libros, una de mis grandes pasiones, y en el que intento que entre a colaborar mi pareja, otra bibliófila empedernida.
  • Bolsilibros, de Homo libris, un blog que intenta recuperar la memoria de las novelitas de quiosco (los bolsilibros) y la cultura popular de un tiempo que ya no existe.
  • Y, sin nombre todavía, anunciado en su día en La Dehesilla News pero nunca aparecido, espero comenzar en breve con un blog a seis manos sobre naturaleza y medio ambiente, con dos buenos amigos, uno que se nos va para México, otro que se nos queda, y un afán común: preservar nuestra Dehesilla frente al afán depredador político-empresarial de algunos, y contribuir a mostrar algunas de las pequeñas maravillas que pueblan nuestro planeta.
Con todo esto, como podréis imaginar, mi tiempo se divide, se dispersa y, en ocasiones, incluso siento que no me lleva a ningún lado. Este caminar disperso, batiendo el campo, es posible que para algunos resultara frustrante, pero salvo en contadas ocasiones, me aporta más alegrías que tristezas, por lo que posiblemente prosiga en ello, en tanto las fuerzas no flaqueen.

De todas formas, sí que cambiará algo, y de ahí el título de la entrada de hoy. Andanzas de un Trotalomas cambia su dirección. Hace un año registré el nombre del dominio, un poco como juego, otro poco porque me salió bastante barato. Pero la renovación ya implica un dinero que, sin ser mucho, no termina de compensar el escaso uso que he dado al dominio (por diversos cambios en los servidores y CMS usados para gestionar el blog).

De modo que, en unas semanas, la dirección volverá a ser la que fue:
http://trotalomas.blogspot.com.

Espero seguir contando con vuestra presencia.

Un cordial saludo.

La casa de los cocodrilos



Todas las épocas tienen sus héroes, algunos nuevos, otros heredados de las pretéritas. De las etapas de la vida, la infancia resulta la más propensa a endiosar a todo tipo de referentes. De los reales (los padres, ciertas profesiones generalmente acompañadas del riesgo como sinónimo de la aventura) a los ficticios (héroes televisivos y, cómo no, literarios), los niños tienden, tendimos, a elevar a un pedestal a nuestros ídolos que en ocasiones son, como decía, heredados.

Cuántos no nos habremos emocionado con la ceguera de Miguel Strogoff, aterrorizado con el incierto destino del capitan Hatteras o admirado del suprahumano valor de Sandokan en las novelas de Verne y Salgari. Cuántas aventuras corrimos de niños junto a Jim Botón o con papá Mumin; huyendo junto a los traviesos Guillermo y Tom Sawyer, o siguiendo a los protagonistas de La guerra de los botones. La de ocasiones en que nos escondimos en un barril de manzanas o ingerimos un trozo de seta que nos haría tan minúsculos que podríamos pasar a través de la puerta más ínfima. De la infancia nos quedan, pasado el tiempo, los recuerdos. De lo que fue y, sobre todo, de lo que soñamos. Y entre sueños, de estos recuerdos, nos queda en ocasiones el agridulce sabor de lo que pudo haber sido.

Recientemente, gracias a estas librerías de viejo que tanto me gusta visitar, aunque actualmente sea en generalmente de forma virtual (como os relataba, Internet se está convirtiendo en un gran apoyo a la hora de localizar obras imposibles), conseguí localizar una copia de La casa de los cocodrilos, una novela infantil que tuvo los ingredientes necesarios para atraparme en su lectura y sucesivas relecturas durante un largo periodo de tiempo. No recuerdo la cantidad de veces que pude acompañar a Víctor Laroche en sus incursiones por las habitaciones solitarias de la casa-hotel en que vivía con sus padres, y donde se produjera la trágica muerte de Cecilia, la hija del anciano propietario del edificio; sólo sé que el libro formó parte de mi más remota infancia, y que como tantos otros que leí en la Biblioteca Pública de mi pueblo, no pude conseguir adquirir pasados los años por encontrarse descatalogado, aunque me acompañase siempre su recuerdo.

He vuelto a leer el libro este fin de semana en poco más de una hora. Obviamente, mi aproximación al mismo ha sido distinta, desde otra perspectiva, pero he de confesar que me ha traído a la mente recuerdos que creí olvidados. Se trata de una obra escrita claramente para un público infantil, ávido de encontrar un protagonista como éste, con el que poder identificarse. Para los amantes de las novelas detectivescas, futuros lectores de las aventuras de Los Tres Investigadores de Alfred Hitchcock, de Doyle, Christie o Simenón, puede ser un punto de arranque más que interesante. Lástima que la edición existente, de Miñón en 1977, sea prácticamente imposible de encontrar, tan difícilmente localizable como tantas obras que quedarán sepultadas en el pasado, aunque su memoria nos acompañe por siempre.