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El pantalón de pana

Lo admito: soy un enamorado de la pana. Posiblemente se trata del tejido más pueblerino que pueda existir, y seguramente por eso me gusta tanto. No hay nada como unos pantalones de pana gruesa desgastados, aunque ahora, con los vaivenes de la moda, puedan verse pantalones de fina pana, con corte de jeans y todo tipo de colores. Que también los gasto, admitámoslo, pero no tienen la prestancia y serenidad de un pantalón de pana, de corte clásico y tiro largo. Con la pana se llegan a hacer incluso corbatas, como la del Corduroy Club.


Hoy llueve y hace algo de frío, es un día para llevarlos puestos. Buscando algo de información por Internet, apenas se encuentra nada sobre los mismos, de tan desvinculados como parecen del frenético ritmo que nos imponen las nuevas tecnologías. Aunque sí, hace un par de meses en otro blog se hablaba de este tema, y no puedo más que coincidir en lo esencial con su autor. Sin embargo, yo pienso que el pantalón de pana está hecho para llevarlo siempre, aunque en el campo encuentra a las personas que, con su modus vivendi, hacen imprescindible su existencia. Sería imposible imaginar así al Azarías de Los Santos Inocentes vestido sin este pantalón, o al mismo Paco Rabal en la caracterización de otro personaje de Delibes, el Señor Cayo, luciendo otra vestimenta. El pantalón de pana rompe así las ataduras al traje de chaqueta, a los convencionalismos y al trabajo mecánico al que nos somete la sociedad. Ponerse un pantalón de pana viene a ser, hoy día, una actitud trasgresora con la moda cambiante, una reivindicación de lo natural, de la segunda piel que necesitamos desde que, milenios atrás, nos despojamos (algunos más que otros) de nuestras vellosidades y comenzamos nuestro deambular como humanos, que no puede ser de otro material más que de pana.


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