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Ha transcurrido tanto tiempo desde el viaje a Mérida, que si alguien siguió con la más mínima expectación los dos anteriores episodios de esta trilogía de entradas, habrá terminado hastiado y cansado ante la falta de continuidad en el relato. Sin embargo, y dado el hasta ahora carácter exclusivamente personal del blog, espero que los hipotéticos lectores del mismo me perdonen por la persistente ausencia de que he hecho gala durante este último mes. Ha sido éste un periodo de cambio y adaptación, fundamentalmente en el plano laboral, ya que he cambiado de empresa y tipo de trabajo (aunque la informática me persigue, como siempre, despiadadamente). Dejo de momento el lado empresarial de la informática, y el desarrollo de aplicaciones de gestión, y me vuelco en la parte de sistemas y, lo que me encanta, en el desarrollo de aplicaciones mucho más vinculadas al hardware. Pero esto será tema para otro día.







Por lo pronto, hoy quería mostrar algunas de las hermosísimas vistas de Mérida: su anfiteatro y teatro romanos, o el Templo de Afrodita, que despertaron en mí nuevamente el sueño de estudiar Historia, otra de mis espinitas clavadas (aunque quienes me conocen saben que la Biología y, en concreto, la Etología, son las que más profundamente hicieron mella en mí).








Respecto a Emérita Augusta, no he tenido tiempo de olvidarla. He aprovechado este mes, también, para ver la primera temporada de la serie Roma, que me ha sorprendido gratamente, y de la que hablaré uno de estos días. Y también para escribir, aunque no tan habitualmente como habría deseado, en mi blog de programación y seguridad, Lobosoft ,que en estos días ya es PageRank 2 de Google, y recibe en torno a sesenta visitas diarias.

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