Hoy es el Día Mundial del Medio Ambiente, un día que según las noticias que se pueden leer últimamente, debería ser un día de reflexión, ya que difícilmente podría serlo de celebración. Reflexión sobre cómo nuestras decisiones individuales afectan al planeta, hasta en los aspectos más insospechados.
Si tomamos por ejemplo el agua, uno de los recursos más limitados del planeta (especialmente en lo referido al agua potable), posiblemente dentro de unos años estemos hablando de guerras por el agua (equivalentes a las guerras por petróleo que tanto se dan en la actualidad). Pensemos por ejemplo que para conseguir una taza de café son necesarios 140 litros de agua (para el cultivo, producción y empaquetado de los granos de café). Esto es el equivalente aproximado a la cantidad media que gasta una persona durante el día, para beber y realizar las tareas del hogar. Para obtener un trozo de queso de 500 gramos serían necesarios unos 2.500 litros de este recurso; para un litro de leche, más de 3.000; para un kilo de carne de res, más de 10.000... Es decir, en el menú diario, un consumidor emplea entre 2.000 y 5.000 litros de agua, que ha sido necesaria para llegar a producir el consumo (sólo a nivel alimenticio, que respecto a otras necesidades también podríamos hablar) de una persona en un día.
En estos días estoy leyendo un interesantísimo libro de Jane Goodall (conocida por sus trabajos de investigación con chimpancés) sobre la comida (Otra manera de vivir). Las necesidades alimenticias de la población, y el coste que conlleva a la Tierra y el medio ambiente (la huella ecológica) nuestro actual modelo de vida. Un modelo desarrollista que no pone freno a las necesidades (generadas artificialmente en su mayoría) de una población creciente.
Como decía en su informativo hace unos días Iñaki Gabilondo, nos quedan unos años para corregir nuestro comportamiento. Podemos aprovecharlos, y salvar el planeta (y de paso, a nosotros mismos), o pasar de largo, ajenos a todo de forma consciente o inconsciente, regodeándonos en nuestra miseria y exterminar, como venimos haciendo hasta ahora, a todo ser viviente. Porque el refranero es sabio, y ya saben lo que dice: "todo aquello que corre, nada o vuela, a la cazuela".
Así nos va.
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