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Llueve

Llueve.
Tras los cristales,llueve, llueve.
Sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.



Te podría contar
que está quemándose el último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa, doy
todo lo que soy,
porque estoy solo y tengo miedo...


(J.M. Serrat, Balada de Otoño)



Hoy el día no ha amanecido; el sol, oculto tras un manto nebuloso y gris, ha preferido no mostrarse, y la lluvia se muestra como en el texto de Cela,



“Llueve con tanta monotonía como aplicación desde el día de San Ramón Nonato, a lo mejor desde antes aun, y hoy es San Macario, que trae suerte a los naipes y a las papeletas de la rifa. Orvalla despacio y sin parar desde hace más de nueve meses sobre la hierba del campo y los cristales de mi ventana, orvalla pero no hace frío, quiero decir mucho frío...”
(C.J. Cela, Mazurca para dos muertos).


Es un día de los de quedarse en casa, junto al hogar, si lo hay, o en el brasero, en su defecto, con un buen libro frente a uno, una taza de té caliente entre las manos, y toda la tarde por delante. Una tarde de lectura ininterrumpida, en la que olvidar los problemas y la monotonía, sumergirnos en el libro y conversar con el autor hasta que nuestros ojos, cansados, nos digan que ha caído la noche.

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